8 reglas para lidiar con la ira y el enojo en los hijos adolescentes
¿Tu hijo adolescente se enoja con frecuencia? ¿”Explota” con facilidad por cualquier cosa? ¿Las explosiones vienen acompañadas por gritos y portazos? Si tus razonamientos y regaños solamente logran escalar y empeorar la discusión, hay reglas que debes seguir para reducir la tensión y tomar, como padre y adulto, el control de la situación.
El detonante del enojo de tu hijo puede ser algo tan sencillo como pedirle que recoja y limpie su habitación, exigirle que termine sus tareas antes de salir con los amigos, o preguntarle el porqué de las malas calificaciones en el último informe del colegio. En lugar de una respuesta adecuada, recibes un ataque y una respuesta airada y hasta irrespetuosa. Muchos padres reaccionan dejándose arrastrar en el intercambio verbal de justificaciones y reclamos, echándole más leña al fuego, o se quedan paralizados sin saber qué hacer. Para que puedas tomar el control, aquí te sugerimos ocho consejos para sobrellevar la situación.
1. Evita enfrentar y gritarle a tu hijo cuando está enojado. Lo más fácil del mundo es responder con ira ante la ira. Después de todo: “¿Qué se ha creído este niño?”. Tienes que ser más fuerte emocionalmente y actuar con inteligencia. Lo primero es mantener la calma para evitar que la situación empeore. Si evitas echar más leña al fuego, tu hijo tendrá la oportunidad de ventilar su enojo y discutir la situación calmadamente más adelante.
2. No intentes razonar con tu hijo cuando las emociones están desbordadas. Los adultos usamos la lógica y la razón para explicar las cosas. Pero si tu hijo está en plena perreta, o muy exaltado, la lógica no te servirá de nada. Y la frustración de la falta de entendimiento solamente empeorará las cosas y quizás se intercambien palabras de las que luego se arrepentirán. Es preferible que lo dejes retirarse a su habitación y esperes a otro momento más adecuado para explicar tus puntos.
3. No le pegues, bajo ninguna circunstancia. Ante una falta enorme de respeto o consideración, algunos padres pierden todo el control y llegan al plano físico y ésa es una enseñanza terrible. Evita hacer lo mismo, no importa lo que hayas escuchado de otros padres o de la forma en que te criaron a ti. El golpe físico solamente le enseña al hijo que los problemas se resuelven con violencia.
4. Si es necesario, retírate hasta que recuperes el control. La ira es una emoción poderosa y se contagia rápidamente. Si la discusión y los reclamos de tu hijo llegan en un mal momento y te sientes a punto de perder el control, decídete por una retirada a tiempo: sal a caminar, enciérrate en tu habitación, respira profundamente, cualquier cosa que te devuelva la ecuanimidad, al menos como para que no hagas algo de lo que luego puedas arrepentirte. Si van discutiendo en el automóvil, estaciona (aparca) el auto lo antes que puedas. No conduzcas mientras estás en una discusión acalorada para evitar un posible accidente.
5. Evita amenazar con castigos exagerados. El apasionamiento puede llevarte a prometer escarmientos que luego no podrás cumplir, y a la larga, eso te perjudica. Nunca prometas un castigo o consecuencia que no sea realista o sea desproporcionada a la falta. En vez de eso, conversa con tu hijo y explícale cuáles comportamientos son inaceptables y qué consecuencias habrá si te desobedece. En lugar de castigo, habla de retirar o reducir sus privilegios (televisión, videojuegos, teléfono, computadora) o actividades (cine, visitas, deportes). Se firme y mantén tu palabra para que tu hijo te respete y aprenda bien la lección.
6. Refuerza la importancia de mantener el respeto mutuo. En esto tienes que predicar con el ejemplo. No es un signo de debilidad decirle a un hijo: “Estoy tan enfadado ahora que no puedo hablar contigo”, o “Necesito dar una vuelta. Hablamos cuando me calme y te calmes tú también”. Al contrario, hace falta mucha fuerza interior para dominar los impulsos, especialmente la ira. Evita usar palabras vulgares, o insultos para que tu hijo aprenda a discutir, pero de manera limpia y respetuosa.
7. Busca ayuda si tu hijo se muestra muy agresivo. Si el enojo del adolescente puede ponerlo en peligro a él o a los demás, no pierdas tiempo y busca ayuda profesional. Es necesario que un(a) terapista o un psicólogo(a) entrenado(a), descubra por qué está actuando de esa manera y le enseñe tácticas para manejar sus frustraciones.
8. Mantén las vías de comunicación abiertas. Elige un momento oportuno y en privado para tratar de averiguar si hay algo que está perturbando a tu hijo adolescente. Asegúrale que es normal sentir sentimientos de enojo y enfado, pero que somos responsables de lo que hacemos cuando estamos enfadados. Por ejemplo: tu hijo puede sentirse enojado por algo que le pasó en la escuela, pero tirar la puerta, romper o tirar objetos, o decir groserías no son formas aceptables de ventilar su enojo o su mal humor. Es posible que tengas que repetir esto muchas veces, pero es importante.
Por último, trata de ser paciente con tu hijo. La adolescencia es una época emocionalmente difícil para cualquiera y tu hijo necesita tu apoyo y tu ejemplo. Una de las mejores enseñanzas que puedes darle al adolescente es a aprender a manejar las emociones fuertes, como la ira. Si le enseñas respeto y autocontrol le estarás dando las mejores armas para una vida emocional más saludable y armoniosa con los demás.